I
El subterráneo tren no es el mismo.
Aunque un mar de gente lo habita,
existe profundidad, todo un abismo,
tu presencia da vida. Se necesita.
Monterrey amaneció triste nublado.
El tren llora en la estación Alameda.
Hoy a la cita no llegas. Desesperado
corazón a que tu amor se le conceda.
Observo conductas de los extraños
dueños de éste metal en movimiento.
No estas en sus ojos, ni en sus años,
no lo habitas, no te huelo, no te siento.
II
Hoy no llegas, nuevamente fui ignorado,
ilusión resquebrajada. Llanto sin calma,
y ciertamente, ¿Dónde queda el alma?
si destilo soledad estando acompañado.
Las puertas se abren, listas al descenso
¿Dónde bajo yo? si solo quiero andar
hasta llegar al sitio, exista algún lugar
donde pueda alivianar el dolor intenso
Quien se aleja: se le extraña
o se le olvida,
ahí esta el riesgo de la eternidad.
El amor verdadero jamás
encontrara medida,
y se pudre en el pozo de la soledad.
III
Años han pasado y vuelvo a la ciudad
donde existen trozos de vida tirados,
mis plantas marcan en el suelo ansiedad
de ver tu rostro y tus ojos enamorados.
No podemos caminar por los andenes
sin pisar un pedazo de nuestra historia.
La vida tan simple, como estos trenes.
Muerto está el que no tenga memoria.
Sueños rotos de la juventud en gloria
poco a poco se ha agotado la esperanza
de lograr hacer transformación notoria
y encontrarte puntual en Macroplaza.
IV
Estación Terminal, marca la salida,
lugar al despojo de éste sueño absorto
donde el espacio instantáneo es corto
de la estampida humana sin medida.
Observo al panorama, un cerro ensillado
miro entre la gente en peatonal Morelos,
no apareces. Imagino. Otra vez los celos
envuelven mi alma, estoy desolado.
Lo poco importante que fui ya
he tenido demostrado.
No se puede hacer nada, ya lo decidiste.
Vuelvo a la línea dos, recorro
el camino andado,
exponiendo un corazón que no quisiste.
Pag. 15 - Desprenderse al abismo - 2006 - Ed. Instabook
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