Frankenstein Urbano

Su seriedad y cumplimiento cordial lo distinguían, tenía pocos amigos y no se le conocía relación amorosa. Sus compañeros y jóvenes de su edad lo distanciaban, no deseaban convivir con él. El círculo social marcaba fuerte la distancia.

Decidido un día despertó, abrió la ventana de su habitación y observó un brillante día, la calidez del viento acarició su rostro, y una mueca de sonrisa iluminó su cara. Decidió que ese día marcaría un cambio en su vida.

Dejó que las voces externas guiaran su nueva vida: "este peinado te caería muy bien", "y si vemos esta película, es la mejor de la temporada", "un trago nada más", "esa ropa que llevas no te va bien, ven, debes ponerte a la moda", "debes usar esta marca"...

Una noche, el cansancio lo agobiaba y cayó rendido en su cama. El silencio de la habitación lo envolvió y un sopor se apoderó de él. El sueño lo atrapó, se veía perdido, extraño, se sentía en una tierra extranjera, caminaba con miedo, intentó correr y sus piernas no le respondieron.

Quiso llorar, no pudo.

Un dolor de tristeza se clavo en su pecho... sintió la soledad.

Despertó bañado en sudor, corrió al cuarto de baño y abrió el grifo del lavamanos, mojó su rostro y con el líquido aún escurriendo miró su cara, en el pequeño espejo roto frente a él. No conoció la imagen que veía, solo un rasgo en lo profundo de sus ojos se semejaba a él. El miedo lo estrujó, se sintió realmente perdido.

Se había convertido en un extraño frente a su propio espejo.

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