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lunes, 18 de enero de 2010

Luz del monte (Parte 2/3)

El tiempo transcurre, pero María de la Luz no se ha detenido a llorar más, con la poca herramienta que consiguió, arranca ramas y troza algunos troncos, arma un jacal improvisado y resistente, paredes y techo; con tierra y agua de acequia logra una mezcla lodosa y con ella recubre las paredes de los desechos vegetales, por fin termina su jacal e improvisa muebles para vivir, usa piedras como si fueran sillas y una más grande como si fuera mesa. Semanas enteras tardo para conseguir cavar profundo hasta que encontró agua, y así con su noria primitiva consigue agua para consumir, sin tener que caminar hasta el curso de la acequia y así mismo evitar caminar con pesados cubos llenos de agua, mismos que algunas veces llegan vacíos debido al deterioro de los mismos, viejos y con hoyos.

Su vivir diario es encerrada en la naturaleza, cuando llega a salir en busca de alimento y necesidades, tiene que caminar hacía el pueblo en vuelta en su rebozo, para no mostrar el rostro, algunas veces no evita ser reconocida y humillada con palabras groseras y golpes de piedras arrojadas por la gente que se siente “decente”.

La vereda que conduce a su jacal con el tiempo que ha pasado ya se ha marcado limpio, que algunos niños llegan hasta ahí y hacen favores a María de la Luz, así ella evita las humillaciones enviando a los niños para que lleven hasta su jacal los productos que ella necesita. Los rostros infantiles cambian con el paso del tiempo, ya que en cuanto sus padres se enteran que le están haciendo mandados a la mujer del monte, les prohíben acercarse a ese jacal.

Ella de todas formas acude algunas noches encubierta a distancia prudente para ver a su pequeña hija, el tiempo ha pasado, pero ella la observa como siempre a hurtadillas, el amor de madre la hace buscarla, sueña con explicarle algún día la verdad.

María de la Luz un domingo se vistió y se enrollo un rebozo en la cabeza para no ser identificada, acudió a misa en la iglesia del pueblo, ahí pudo ver a su pequeña al lado de los hermanos de Nieves, sus tíos la estaban criando.

Algunos trabajadores del campo usan también la vereda que lleva al jacal de María de la Luz, en su ir y venir a los trabajos de maíz y sorgo, algunos cuidadores de chivas. Algunos han hecho amistad con la mujer, quien en el fuego les calienta sus lonches a sus amigos los trabajadores. El paso del tiempo no lo ha sentido, anhelando el encuentro con su hija, pero las manos que voltean las tortillas en ese fuego, ya se muestran arrugadas, la mujer ya batalla para moverse con habilidad, sonríe, aún sonríe, sueña, pero los años la han cansado.

La gente en ese pueblo ha cambiado, los niños han crecido, algunos viejos han muerto, muchos ya han olvidado a esa mujer que provocaba la ira con su presencia pública en el pueblo, ya casi nadie la recuerda, es más los pocos que saben que existe, solo la nombra doña Luz, doña Luz la del monte.

Algunos de sus amigos trabajadores del campo, le regalan a la anciana alguna chiva, gallinas y en ocasiones le obsequian leche de la ordeña. Así es como Luz del Monte va matando las horas con sus pocos animalitos, y en las pláticas con los trabajadores a la hora de la comida. En ocasiones ella misma recolectaba algo de maíz de los campos y haciendo su nixtamal convidaba a los trabajadores de los alimentos. Con sus pocas gallinas que ella misma criaba, llenaba una tina de huevos, así mismo caminaba hacia el pueblo y en los primeros jacales, espiaba atenta a los niños para que ellos le hicieran el favor de vender los blanquillos en las tiendas y algunas compras de café, azúcar, chile, tomate, etc. dándoles una propina a los niños, regresaba a su jacal con las ganancias de la pequeña venta.

El tiempo solo le había llevado noticias escasas de su hija, pues ella había ido a vivir en otro pueblo al lado de sus tíos que habían hecho las veces de padres. Supo que su hija se había casado y que ya formaba una familia con hijos. Pero Luz del monte ya había perdido la oportunidad siquiera de conocerlos en vista. El tiempo le concede contraer matrimonio con Basilio, un señor viudo con dos hijas por cuidar.


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*Narraciones familiares.

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