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martes, 20 de abril de 2010

Noctámbulos

Las noches conduciendo por la carretera jamás perdonarán el suplicio del tedio. Sólo la radio escupe información en la hora del noticiero nocturno: “Felipe Calderón se robó la elección, es un espurio usurpador…”

De un golpe apago el auto estéreo, observando que mi esposa Carolina denota su aburrimiento con la cabeza pegada al cristal de la portezuela, sus ocho meses de preñez hacen que su ánimo sea variable y sensible.
─¿Conoces la historia de los Xkalú?─dije tratando de parlar─. Esas criaturas de las que tanto habla y teme la gente que sale a carretera por la noche.
─Basta, Néstor ─dijo con un dejo de fastidio─. No estoy ahora para escuchar leyendas urbanas. Este viaje inesperado a la frontera me ha sacado de mis casillas y ha roto varios de mis planes a corto plazo. ¿Y ahora en medio camino quieres tú hablarme de duendes?

─Te equivocas, amor. Los Xkalú son más que simples duendes. Cuentan que en todo el trayecto nos observan, convertidos en palmas yuccas enanas, ancladas por aquí y por allá, esperando el momento oportuno de atacar a su próxima víctima. Por lo regular siempre conductores distraídos, dominados por la confianza. Los percances cotidianos son el motivo perfecto, cobijados por la noche, atacan al ingenuo que se detiene por un neumático pinchado o alguna fala mecánica, inclusive por olvidar detenerse en la última gasolinera del trayecto.

Observé a Carolina disimuladamente inclinarse para mirar el marcador del tanque de gasolina, su rostro dibujaba el fastidio al observar mi mueca de risa.
─No te preocupes cariño, traemos el tanque lleno. La última parada la hicimos en un pueblo llamado Allende, Coahuila, me percaté de cargar a tope el tanque de gasolina; Ciudad Acuña aún nos queda retirado─. Sonreí─ recuerda al respecto, más vale poner todo en orden, que caer en manos de los Xkalú. Cuando la víctima está a su merced, esas palmas se transforman en pequeños seres deformes, son tan pequeños que no alcanzan a medir lo que la llanta de un vehículo. Son de orejas puntiagudas y su piel gris hace más vivos sus ojos rojos, como inyectados de sangre, y esos
cabellos erizos los hacen feos de por sí. Lo peor de todo es que siempre atacan en grupo y cuentan con las dos filas de su dentadura en forma de colmillos. Siempre se ha comentado que los Xkalú son carnívoros, pero no apetecen más que la carne humana, devorando consigo la esencia del espíritu convirtiendo a la víctima en uno más de esas criaturas maléficas, transformándole en uno de ellos, cuyo objetivo es seguir con la cadena.
─No continúes con esas historias ─dijo nerviosa tocando su abultado abdomen─, creo que nuestro hijo tiene un poco de miedo. Además, la noche sin luna y sin estrellas hace más tétrico lo que me cuentas.
─No tienes por qué preocuparte, estamos seguros en el auto. Y como siempre has dicho, son sólo historias para asustar a niños y matar el aburrimiento de los adultos.
─¿De niño cierta vez creíste que algún cuento era real? ─Cuestionó intrigada─ Los cuentos de brujas siempre me hacían irme temprano a la cama y cubrirme completamente con la cobija. Pero lo complicado era cuando comenzaba a sentir la presencia de alguien en mi habitación, como si respiraran justo en mi oído, y yo paralizada sin atreverme a volver la vista para descubrir al intruso.
En ocasiones esos cuentos los traemos a la realidad, así que de una vez te advierto que para nuestro bebe están prohibidos los cuentos de miedo. [...]


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